"Quen queira buscar a xustiza, non atopará a paz". Entrevista con Shlomo Ben Ami


Shlomo Ben Ami fue embajador de Israel en Madrid. De aquella época guarda una buena información de la situación política de Euskadi además de excelentes relaciones con el nacionalismo vasco. Más tarde fue Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Ehud Barak y protagonista de excepción del malogrado proceso de paz vivido entre palestinos e israelíes.

Vive dicho fracaso como una pesadilla pues considera que “la sociedad israelí estaba madura para alcanzar un acuerdo”. Un mal sueño del que responsabiliza a Yasir Arafat, el líder de la OLP de quien dice no ser un estadista sino “un táctico”. Afirma con rotundidad que “toda paz tiene un precio” y que el gobierno por él representado estaba dispuesto, con el apoyo de la sociedad israelí, a pagarlo. “La respuesta al proceso de paz fue – a su juicio- la nueva intifada”, una “guerra desigual” que terminó por desalojar al tandem Barak-Ben Ami del gobierno y que invistió a Ariel Sharon de primer ministro.

Sin embargo, Shlomo Ben Ami, el líder laborista mejor valorado entre sus bases electorales, no renuncia a sus ideas. “Israel necesita, más que nunca, la paz”. Una paz que posibilite “el reconocimiento de unas fronteras legítimas”. Una paz que vendrá del equilibrio, no de la justicia, porque como dice el Talmud, “quien. quiera buscar la justicia no encontrará la Paz”.


Entrevista realizada por Txema Montero y Koldo Mediavilla
Publicada en la revista HERMES editada por la Fundación Sabino Arana (nº2 -2001)

Sumarios:
1.- “La paz siempre tiene un precio”
2.- “Es más difícil ser líder de una nación en procesos de paz que en tiempos de guerra”
3.- “Arafat empezó la intifada para ganar a través de la sangre palestina el apoyo de la opinión pública que habíamos ganado a través de nuestras propuestas de paz”
4.- “Israel no tiene respuesta a la guerra de las piedras y tampoco la guerra de Armagedón. Por eso necesitamos que la solución sea política”



Pregunta.- Cien por ciento de los territorios de Gaza para los palestinos, 95% de Cisjordania, 85% de los asentamientos judíos en Cisjordania, 4 millones de refugiados retornables…¿la paz se puede cuantificar, hay que cuantificarla o es algo que excede a estos números?.

Respuesta.-Es muy difícil hablar de paz sin esos números o sin algunos números. Desde luego la paz es mucho más que números. Es , más que nada, la voluntad de llegar a una reconciliación y a un compromiso histórico y de aceptar la legitimidad del otro..

Si hay un obstáculo serio, profundo, en este tipo de procesos es asumir la legitimidad del otro. Se puede llegar a un compromiso en torno a cantidades, de territorio, de números, etc. A veces es más difícil llegar a asumir la legitimidad de los intereses de , los palestinos por una parte y que los palestinos asuman los nuestros por otra.

Lo decía Sadat cuando vino a Jerusalén el año 1977. Sadat decía que el problema árabe-israelí era en un 90% cuestión de psicología. Cuando él hablaba de psicología se refería a aquello que no son números, a la legitimidad, a la reconciliación. Y el 10% restante era un problema de territorio.

Él pensó que tras llegar de visita oficial a Jerusalén había resuelto el 90% del conflicto.

Lo único que le quedaba era lo “banal”, lo “corriente”, es decir el territorio. Por lo tanto,, no hay acuerdo sin los números, pero los números no son suficientes.

P.- En esa misma línea y hablando de “paz por territorios”. ¿La paz siempre tiene un precio?

R.- Siempre tiene un precio. No hay un camino sin agonía. Uno de los dilemas más dolorosos que nosotros hemos tenido que enfrentarnos es precisamente ese. Si preguntásemos a los más fanáticos de nuestra sociedad por su interés por la paz nos dirían que ellos también quieren la paz. Pero quieren la paz de igual manera que el ciudadano de a pie le gusta que haya ley y orden pero no le gusta que el policía le ponga una multa, que imponga la ley sobre él.

En principio y teóricamente todo el mundo quiere la paz. Lo que no quiere, a veces, es pagar el precio. Estoy seguro que el último de los colonos en las colonias más duras y más fanáticas de Cisjordania quiere la paz. Lo quiere desde el concepto del jinete y el caballo que también es una cierta paz pero no es la paz a la que nos referimos.

La paz tiene un precio y un precio a veces que la gente encuentra más dificultades en pagarle que ir a la guerra. De otra manera no puede explicarse por qué las guerras unen y la paz divide. Es más difícil ser líder de una nación, de un gobierno, en procesos de paz que ser el líder en procesos de guerra, porque en momentos de guerra tienes toda la nación unida detrás. Porque algunos no entienden que la paz tenga un precio se produce la división.

P.- Hablando de legitimación, ¿cuál es a su juicio en este momento la legitimación de Arafat tanto en la comunidad palestina y en el marco internacional?

R.-Yo creo que en la sociedad palestina, la legitimidad de Arafat es total. En la comunidad internacional creo que en los últimos ocho meses ha perdido una parte de su legitimación.

En lo que se refiere a la sociedad palestina, él es sin duda alguna la figura mitológica, el reflejo asumido por todas las facciones de la familia política y nacional palestina como podría llamarse el reflejo mitológico de la causa. Él es y me imagino que seguirá siendo, la personificación de la causa. Yo que tengo muchísimas horas de haber estado con Arafat, y que debo admitir que he salido de estas largas horas con no poco enojo hacia la persona de Arafat, debo no obstante, admitir que se trata de una persona extraordinaria. Es una persona que ha creado un movimiento de la nada, lo ha puesto como un tema central en la agenda internacional, ha movilizado voluntades, ha movilizado estados, países, ha creado resoluciones de la ONU. Prácticamente ha sido un líder de un calibre extraordinario. Probablemente hoy sigue siendo uno de los líderes más importantes del medio Oriente a nivel mundial, por lo que no cabe duda de su nivel de legitimación en la familia palestina.

Ahora bien, uno de los grandes logros de nuestro gobierno, (el gobierno presidido por Barak y del que Ben Ami fue Ministro de Asuntos Exteriores) fue haber aclarado a la comunidad internacional y a los gobiernos del mundo , que por primera vez había un gobierno en Israel que representaba a un pueblo dispuesto a pagar el precio más atrevido para llegar a la paz.

Es del gobierno de Barak, ya no se puede decir que Israel no está dispuesta a pagar un precio para la paz. Hasta que nosotros llegamos, esto se podía poner en cuestión. Después de Barak y Ben Ami ya no se puede decir eso. Y eso es un legado que hemos dejado a la opinión pública y al actual gobierno de Sharon.

Pero , también por primera vez en la historia de nuestras relaciones con los palestinos hemos visto violencia palestina como respuesta, no a la violencia israelí sino a una propuesta de paz israelí. Eso es lo singular de la situación actual. Que esta intifada, es la respuesta no a una violencia israelí, sino a una propuesta de paz.

De ahí que crea que hemos puesto a Arafat entre las cuerdas. Por ello Arafat está teniendo una erosión en su legitimación a nivel internacional. Es ahí donde le hemos ganado la batalla o donde le estamos ganando la batalla.

P.- Lo que sus palabras indican es que la actual intifada es la respuesta palestina a su propuesta de paz israelí…

R.-. Al volver de Camp David, Arafat estaba en uno de los momentos más bajos porque la percepción internacional era que Israel había llegado muy lejos con su propuesta. Por eso Clinton le condenó por no responder… Yo salí a una gira por Europa y estuve con el rey de Marruecos, y en Turquía, y a mí me consta, y lo digo como información , no como especulación , que los palestinos estaban muy preocupados porque estaban perdiendo la batalla de la opinión pública internacional y el apoyo de los gobierno europeos que son una base de legitimidad muy importante.

Por eso, algunos de nosotros llegamos a la conclusión de que Arafat empezó la intifada para cambiar la ecuación, para ganar a través de la sangre palestina el apoyo de la opinión pública que habíamos ganado a través de nuestras propuestas de paz. De repente él se enamoró de la intifada.

Yo no creo que Arafat sea un gran estratega. Creo que nunca lo fue. Uno de sus mayores fallos como líder es que realmente no es un líder. Arafat es una persona que dirige su pueblo desde atrás. Sigue a su pueblo más que lo lidera. Más que el líder es una persona que sube sobre la ola del estado de ánimo de su pueblo y hace surfing.

El líder es alguien que tiene la capacidad de, a veces, quebrar la dirección de la historia, no de seguirla que es como parece que en ocasiones Arafat lidera a su pueblo.

Hoy ha tomado una decisión táctica. Porque Arafat nunca toma posturas estratégicas. Es incapaz. Es un táctico. Una vez, en una de las múltiples reuniones, me dijo; “yo soy un general y un político”. Yo, para aproximarme a su figura le contesté; “no, no, un político soy yo. Usted es un estadista”. Pero lo de estadista no le interesó.

El estadista es alguien capaz de desarrollar una estrategia. El político es un táctico, y por lo cual, tácticamente hoy se ha puesto en un rincón donde tenía que salir de la angustia. Con la intifada no ha ganado nada y ha vuelto a dar un nuevo movimiento táctico aceptando el alto el fuego.

Con la intifada lo único que ha hecho es propiciar que Israel esté al borde de darle un golpe de muerte a toda su autoridad palestina sin que la opinión pública internacional lo critique en el caso de que lo haga. Por eso se siente contra las cuerdas y ha aceptado el alto el fuego para ver cómo funciona exteriormente.

P.- En el contexto general árabe, de transición en Siria, normalización en Líbano, consolidación en Jordania, control internacional de la situación de Irak, normalización en Irán …¿ cual es el apoyo político efectivo que pueda tener la Autoridad Nacional Palestina.

R.- La historia de las relaciones entre los palestinos y el mundo árabe es mucho más complicada de lo que la gente piensa. La gente piensa que el mundo árabe arropa en su totalidad a Arafat y no es así.

Hay en el mundo árabe algo que no se confiesa públicamente, un cansancio con Arafat, con la cuestión palestina, especialmente después del gobierno Barak. Hay gobiernos que no entienden cómo teniendo el problema prácticamente resuelto Arafat no lo haya cerrado. ¿Es que no entiende – se dice- que este problema entra en una ecuación con un potencial de inestabilidad para nuestros regímenes?. Porque el conflicto desestabiliza a Jordania, desestabiliza a Egipto, es un problema para los países de Golfo. ¿Una vez de que le han dado una solución , por qué no la ha aceptado usted?.

Eso no se dice en voz alta pero es un discurso que subyace en los gobiernos árabes. A esta acusación se le une la falta de credibilidad de la Autoridad Palestina, a la que prometen un sinfín de millones de dólares para su financiación pero que no se hace efectiva, porque saben que es una autoridad corrupta, que no es transparente y que las cuentas nunca cuadran.

Es cierto que la confianza árabe en la causa palestina no es muy alta en los estamentos gubernamentales, pero hay una simpatía enorme en la masa, en la población y los mismos gobiernos que no se rigen por el sistema democrático saben que esta simpatía popular es para ellos como un volcán que deben controlar.

La opinión pública de estos países ve en la televisión de los soldados israelíes atacando a los palestinos, y contempla los funerales…de ahí que muchos gobiernos teman la repercusión de la cuestión palestina en su propia opinión pública que, según el devenir de los acontecimientos les obliguen a asumir determinadas posiciones.

P.- Antes ha comentado cómo a su juicio se inicia a través de Arafat la nueva Intifada. La visión que llega a otros niveles es que es justamente al revés, que es la presencia del presidente Sharon en la Explanada del Templo la que provoca una reacción que finaliza en esta situación.

R.-Tenemos por primera vez una comisión internacional que lo ha desmentido. La comisión Mitchell lo dice claramente. La comisión Mitchell, que ha estudiado detenidamente el tema dice que esta intifada no responde a la visita de Sharon, viene de más lejos.

A veces hay que recapitular para ver la secuencia de los hechos. El día que Sharon subió a la explanada del Templo no ocurrió nada. Todo esto estalló un día después.

Allí hay policías israelíes cada día. Allí hay representantes de la Kneset todos los días. No es nada fuera de lo normal que un líder israelí suba a la explanada del templo y Sharon no entró en las mezquitas pero de hecho el mismo día no ocurrió nada.

Yo estaba en Washington y tuve una conversación telefónica con el jefe de la Seguridad Palestina para decirle que controlaríamos la situación. El me tranquilizó ya que según sus palabras “si Sharon no entra en las mezquitas no va a ocurrir nada.” Eso me lo dijo el jefe de la Seguridad Palestina y así consta en la comisión Mitchell. Luego lo intentó desmentir porque Arafat se enfadó con él, pero el hecho es que en el mismo día no ocurrió nada. Alguien tenía interés en utilizarlo después como plataforma para lanzar esta intifada.

P.- ¿Existen diferencias entre las dos intifadas?

R.- Hemos tenido dos intifadas. Una fue la de los años ochenta y tenemos esta. Cuál es la diferencia mayor entre las dos. Aquella se desencadenó cuando los líderes históricos no estaban en los territorios. Estaban, digamos, en el exilio, con lo cual era una situación natural, espontánea, de un pueblo bajo ocupación. Fue una rebelión espontánea sin líderes.

Lo de hoy es una guerra, una guerra entre partes que no son iguales en términos militares, pero es una guerra porque hay una Autoridad Palestina que es una especie de Estado con sus estamentos militares y hay el Estado Israelí.

En la intifada anterior no se disparó ni un tiro. En esta ha habido enfrentamientos militares de dos bandos. Esto es ya como una guerra más organizada, más sistemática que tiene también un cierto elemento popular .

P.- Pero señor Ben Ami, en aquella primera Intifada también se entendía que había líderes y hubo una acción de ejecución en Túnez del líder , entre comillas, por fuerzas especiales, de manera que se entendía que había ese impulso natural pero también una coordinación política. Ahora hay una cosa de difícil comprensión desde aquí, que es esa especie de ley del Talión donde la seguridad israelí responde a cada hecho violento con un acto de ejecución extra judicial de dirigentes palestinos. ¿Hay alguna forma de explicar esto que desde nuestra óptica es inexplicable?. ¿Es la fatalidad de un conflicto que ha superado la barrera del horror, una guerra sin código ético?, ¿qué es exactamente?.

R.-La respuesta israelí es frecuentemente el resultado de la desesperación de la parte fuerte. La desesperación de quien no sabe exactamente cómo responder a este tipo de cosas. Eres un Ejército, eres un Estado, no estás enfrentado a otro ejército donde las normas y las reglas de juego son claras y sabes cómo enfrentarte y aquí más que la ley del Talión es un cierto empirismo. ¿Cómo lo hago?. Por eso pasas de extremos absurdos; de la eliminación selectiva de un líder militar o militar-político, al F-16. Esos son los extremos.

Un Estado, estructurado y sistemático no tiene libro de texto para resolver este tipo de cosas y es ahí donde se mueve, entre el acierto y el error.

Ahora hemos encontrado otra respuesta; no hacer nada, (declaración unilateral de alto el fuego) que parece que es lo mejor. No sé cuánto tiempo resistirá pero eso el mejor reflejo de lo que decía antes del acierto y del error. Se han intentado tantas cosas que hemos llegado a no hacer nada.

Yo, desde una reflexión personal, siempre me he opuesto a este tipo de eliminaciones cuando estos temas llegaban a la decisión del gabinete. No porque yo presuma de ser más moralista que otros sino porque no veo a donde conducen. No se resuelve nada. Yo me acuerdo que una vez en una de las reuniones del gabinete, cuando el Ejército presentaba su paquete de propuestas – vamos a atacar esto o lo otro- exclamé, ¡que lástima que non tienen un ejército para poder destruir algo!. ¿Qué vamos a destruir un edificio vacío?. .

P.- Cual es el valor añadido de un proceso de paz para un Estado de Israel donde el Kibutz es épica, casi histórica, el Histadrut no es ya el movimiento de concienciación social, muchos de los símbolos identitarios de Israel pioneros han ido difuminándose con el tiempo, y por el contrario nos encontramos con una sociedad con elementos ciertos de falta de cohesión social, nuevas emigraciones, ¿Qué reflexión nos puede hacer de ese valor de la paz añadida, paz necesaria para la construcción, si es que es necesaria esa construcción, esa cohesión social en Israel?.

R.- La paz en esta situación, en las condiciones actuales, es incluso más necesaria que en momentos de la sociedad anterior. El cambio que se ha producido en el perfil colectivo de la sociedad israelí facilita incluso la posibilidad de llegar a la Paz. Porque aquella sociedad que fue una sociedad cohesionada, muy movilizada con espíritu de entrega, un espíritu de resistencia, un espíritu pionero, ha evolucionado.

El espíritu movilizador que tenía aquella sociedad israelí, una sociedad austera, revolucionaria en cierta medida podía permitirse vivir sin paz. Es más, la confrontación formaba parte de su identidad, de ese tipo de sociedad de agricultores y de militares.

Hoy, con la transición a una sociedad más blanda, más normal; en la que la cultura es la agenda central de su actividad, la paz se hace necesaria.

Hoy en Israel el 40% de los jóvenes no van al ejército. Ese es un dato que estoy seguro sorprende. Tenemos una sociedad más blanda, más abierta a la paz.

El Gobierno de Barak entendió esa situación, por eso fuimos tan lejos, quebramos todos los tabúes y si hubiéramos firmado un acuerdo de paz el país lo hubiera aceptado, porque si queremos desarrollar una agenda alternativa, avanzar hacia el desarrollo, hacia una sociedad más justa, luchar contra la brecha social, al desarrollo del desierto, a los mitos fundadores, constituyentes de Israel, tenemos que pagar el precio.

Arafat ha cometido un pecado, no ha entendido que la sociedad israelí estaba madura, que habíamos llegado a nuestra última trinchera. Estábamos dispuestos a negociar sobre Jerusalén, sobre los  asentamientos, sobre la retirada de casi todos los territorios…

Llegamos hasta donde pudimos y Arafat no lo entendió y siguió empujando. Así que la sociedad israelí reaccionó y dio la mayoría abrumadora a la derecha de Sharon. El único que podía haber hecho de Sharon Primer Ministro es Arafat y lo consiguió.

P.- Al final, lo que se desprende de sus palabras es que el conflicto palestino-israelí pasa por un reconocimiento de fronteras…

R.- Para mí, el objetivo último del proceso de paz es la legitimación, es conseguir una Israel con fronteras legítimas, aunque no estoy seguro que el mundo Árabe asuma la existencia de Estado Israelí. Pero una cosa es no asumir la existencia del Estado Israel cuando sus fronteras no son legítimas de cara a la Comunidad Internacional, y otra cosa es que esas fronteras sean legítimas y yo siempre he pensado que ese es un objetivo central del Proceso de Paz, la lucha por la legitimidad de las fronteras.

P.-Es un problema que depende también del potencial reivindicativo nacionalista de cada una de las dos comunidades. Hay una tendencia natural a que se suela reivindicar las fronteras deseables como aquellas que en el momento más cumbre de tu historia llegaron a ser las fronteras. Esto lleva, a veces, a una situación de imposible acuerdo, ¿Subyace algo de esto en la imposibilidad del acuerdo?

R.- Nadie en Israel, ni la derecha, incluso ni la extrema derecha, hoy piensa en una paz basada en las fronteras de Golán. Ese compromiso ya se ha hecho. Hoy la gran batalla ideológica, en el seno de la sociedad Israelí, en el seno de la política ya está resuelta. No existe ya el Gran Israel salvo en una extrema derecha lunática que representa muy poca cosa.

En un debate que mantuvimos en el anterior gobierno esta cuestión quedó clara. Formaba parte de dicho gobierno el Partido Nacionalista Religioso, que asimilaríamos al partido de los colonos. Pues bien su principal líder llegó a asumir que consideraría la posibilidad de devolver el 90% de los territorios a los árabes, a los palestinos, si eso suponía el fin del conflicto.

Eso, dicho aquí, fuera de Israel, puede que no tenga mucho sentido, pero para que se entienda lo que significa eso he de decir que es un cambio de magnitudes astronómicas.

Por eso creo que el debate interno está resuelto. Yo siempre he pensado que el gran fallo de los líderes Israelíes a lo largo de los años ha sido la incapacidad de asumir las decisiones difíciles antes de que venga la catástrofe, esperar siempre a la catástrofe para asumir las decisiones. Por ejemplo, si no hubiera sido por la guerra del Yom Kipur, no se hubiera asumido la decisión de devolver el Sinai. Si no hubiera existido la primera intifada no hubiéramos llegado a la Conferencia de Madrid. Nadie hubiera llevado a Shamir a la conferencia de Madrid.

Tal percepción nos llevó, tanto a mí como a Barak, a intentar resolver el problema antes de una nueva catástrofe. Intentamos ser visionarios pero la respuesta palestina no ha acompañado. Nos arriesgamos y no fue posible. De ahí que la sociedad israelí haya basculado como un péndulo hacia Sharon y más a la derecha de Sharon.

P.- Usted ha dicho en alguna entrevista que ni la amenaza de Armagedón ni la era de la Piedra tienen la solución, ¿está persuadido de que la solución al conflicto sigue estando dónde usted y su gobierno lo dejó?

R.- Sí, sin duda alguna. Israel no tiene respuesta a la guerra de las piedras, a la que responde con el “acierto y el error” que antes señalaba. Y tampoco tiene respuesta a la guerra de Armagedón.

Israel tiene respuesta a la guerra banal y corriente, perdónenme la expresión. Ninguna guerra es banal, ninguna guerra es corriente, pero tiene una respuesta a una guerra convencional que puede ganar.

Por eso necesitamos que la solución sea política. A pesar de la frustración vivida creo que no hay otra solución que no sea aquella que hemos definido en el proceso de paz reciente. No digo que deba ser miméticamente aquella propuesta, algunos puntos pueden variar pero no me imagino que exista otra solución.

P.-. -Al final de todo el proceso negociador ustedes llegaron a Jerusalén. ¿Va a ser posible que para unos pueda seguir existiendo la Plaza de las Mezquitas y para otros el Monte del Templo y puedan convivir de cara al futuro?

R.- Yo adelanté la fórmula que después Clinton la incorporó en sus llamados parámetros. La cuestión de Jerusalén tiene que ser resuelta, sobre la base de lo que es judío es Israelí y lo que es árabe es Palestina. La postura Palestina de dividir la ciudad entre Este y Oeste, es inviable porque en el este hay barrios judíos, y entre los judíos también hay árabes.

¿Qué pasa en la explanada del Templo?, Yo me he encontrado en estas negociaciones con una falta de compromiso por parte Palestina que siendo como es un movimiento laico me pareció absurdo.

En ningún caso, Israel se negó, en esas negociaciones, a asumir lo legítimo de los derechos religiosos del Islam. En ningún caso, incluso en el de la explanada del Templo, pero, por el contrario, siempre nos hemos encontrado con que la otra parte no estaba dispuesta a hacer lo mismo con lo nuestro. Ahí nos hemos encontrado con uno de los elementos más difíciles de digerir, la actitud del fundamentalismo islámico que hizo prácticamente imposible la solución en ese momento.

P.-¿Qué se puede espera de la nueva Administración Bush?

R.- Por ahora no mucho. La nueva administración Bush ha decidido borrar el legado de Clinton en todo. Parece que mencionar a Clinton en Washington es como mencionar al diablo. Me parece que borrar el legado de Clinton, que dedicó ocho años al proceso de Paz, y decir que ahora empezamos de cero es como pretender inventar la rueda. Sin embargo y siempre pienso en que las cosas, poco a poco, vuelven a situarse donde estaban. Así, cuando comenzó la administración Bush se dijo que la CIA no volvería a involucrarse en la cuestión árabe-israelí. Y ahora tenemos a George Tenet (Director de la CIA) intermediando entre Israelíes y Palestinos, aunque, sinceramente, creo que un acuerdo entre ellos va a ser prácticamente imposible.

Siempre va a ser necesaria una presencia seria de la Comunidad Internacional en el conflicto y cuando uno dice la Comunidad Internacional dice un esquema de presencia internacional liderado por los Estados Unidos.

P.—Háganos un breve catálogo para negociar bien, ¿cuáles son las condiciones para una negociación que conduzcan a una situación, no voy a decir de paz justa y duradera, pero sí dónde todos tengamos mucho que perder si volvemos al conflicto?

R.- La definición de la negociación no debe interpretarse como un ejercicio para torcer el brazo del otro, sino más bien un difícil ejercicio en la definición de un interés común. La negociación para conseguir la Paz no es una maniobra para imponerse al otro. Eso se hace en la guerra. En este tipo de situaciones lo que se exige es, junto al otro, intentar definir un espacio de intereses comunes. Y no buscar la justicia, porque el que quiera buscar la justicia no encontrará la Paz. Hay una cita Talmúdica que afirma que “donde hay justicia no hay paz”. Nunca las dos partes llegarán a un acuerdo sobre lo que es realmente la justicia, porque cada uno tiene su justicia.

Yo no quiero discutir con Arafat si el retorno de cuatro millones de palestinos es justo o injusto. Si abrimos un debate de filosofía moral, igual mi argumento de que no tienen que volver es más justo que el suyo o el suyo más justo que el mío. Da igual, pero no estamos en ese espacio. Estamos en el espacio de buscar equilibrios. La paz es la búsqueda del equilibrio no es la búsqueda de la justicia. Cada uno tiene que entender dónde está ese equilibrio.

P.-En su anterior visita a la Fundación Sabino Arana nos dijo unas cosas que nos impresionaron mucho. Primero, que para negociar hay que estar en el Gobierno y en segundo término que hay que estar dispuesto a perder el Gobierno a consecuencia de la negociación. Este ha sido precisamente su sino histórico, pero el problema continúa. ¿Cómo volver al Gobierno? Por parte de Shlomo Ben Ami ¿qué posibilidades hay de que las políticas de paz que preconiza sean exitosas, cuales son las condiciones para ello?

R.- Cuando Sharon llegó a Primer Ministro, le preguntaron si él había cambiado. Él contestó “yo no he cambiado, los que han cambiado son los electores”. Esa es la esencia del péndulo democrático. Nosotros llegamos al poder después de tres años de Netanyahu, que no tenía soluciones, que lo único que tenía era un discurso maximalista, y la opinión pública llegó a un callejón sin salida y dio la alternancia a otra opción.

Nosotros lo intentamos y ahora hemos quedado fuera, si bien hemos dejado nuestro legado como base del futuro acuerdo. Hoy, el espíritu de los tiempos no resulta favorable. Podemos explicar el porqué, por Arafat, porque los hemos hecho mal o por lo que sea....cada uno tendrá su perspectiva pero hay que dar al péndulo democrático su tiempo.

Lo que ocurre en nuestro caso, es que los péndulos democráticos, los ciclos democráticos se hacen más y más cortos. Yo he definido a Israel, con cierta ironía y cinismo, como algo parecido a Italia pero con problemas de Bosnia.

Es la inestabilidad la que hace que los gobiernos cambien. Rabin estuvo cuatro años, Netanyahu estuvo tres años, Barak un año y medio, yo no sé cuánto tiempo le quedará a Sharon. ¿Por qué? Los Gobiernos se queman por la magnitud de los problemas.

Con todo respeto a los problemas europeos, las principales preocupaciones de Gran Bretaña, Francia, Austria o cualquier otro país es tratar de dominar la inflación. Si será del 3% o del 2% o si la libra esterlina y el euro están fuertes o no. Son cosas muy importantes pero ustedes no hablan de no cuestiones de vida o muerte. De existencia o de inexistencia. La magnitud del problema israelí lleva quemando Gobiernos con una frecuencia cada vez más rápida.

En lo personal, yo he intentado un camino que no pudo ser. Puede que me haya equivocado, que deba corregir varias cosas dentro de los principios que he defendido, pero yo no voy a cambiar, no puedo alinearme ni con la derecha, ni con los transferistas. Yo no tengo por qué cambiar. Tal y como dijo Sharon, el pueblo cambiará tarde o temprano porque llegará a un callejón sin salida, porque no veo ninguna forma de que el gobierno actual pueda en unas negociaciones con Arafat llegar a un acuerdo político.

P.- ¿Es posible la ecuación de que a más sufrimiento la paz esté más cercana?

R.- Es posible. Un emblemático ministro de asuntos exteriores israelí, Abba Eban, dijo una vez que los gobiernos asumen las decisiones apropiadas o correctas una vez agotadas todas las alternativas. Cuando se agiten todas las alternativas, las aguas volverán a su cauce.




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